miércoles, 10 de noviembre de 2010

Vida de perros



Son muchos los perros que habitan las calles de la ciudad de Bogotá. Perros de todos los tamaños, colores y hasta de diferentes razas, unas puras y otras no tanto. Sin embargo, es la suerte de estos animales la que muchos colombianos desconocen y no saben a dónde van a parar.

Cuando no son recogidos voluntariamente de la calle por una familia o persona que los quiera tener en sus casas, son llevados por camiones al Centro de Zoonosis de Bogotá. Existen distintos caminos que los perros encuentran al llegar a este lugar, uno de ellos es la adopción, el otro es la ejecución y por último el traslado a una institución académica que trabaje con animales. La suerte se define según las condiciones en las que se encuentre éste.

El de llevar a los perros a diferentes universidades de la ciudad, se hace con el fin de que los estudiantes de veterinaria puedan hacer sus prácticas con ellos. Primero los examinan, segundo, los duermen para revisarlos con más detalle y después le realizan una operación. Este es el procedimiento que normalmente hacen cuando llega el perro a la institución. Sin embargo, como ellos no son expertos en el tema, dejar vivo al animal con una cirugía mal hecha, sería muy cruel, así que en un último paso, les aplican la eutanasia.

“Lo que se hace es traer a los cadáveres para organizar las necropsias y así los estudiantes entrenan en patología y en diagnóstico con ellos. Otro caso podría ser el de trasladar a los pacientes vivos para hacer las prácticas de cirugía, en las cuales los perros se encuentran bajo anestesia”, cuenta José Luis Granados, médico veterinario de la universidad Nacional.

La clínica veterinaria de esta universidad recibe aproximadamente entre diez a doce perros por semana.

No obstante, no son todos los perros recogidos en la calle los que se dirigen a las universidades de la ciudad, algunos son llevados directamente al Centro de Zoonosis para sacrificarlos y esto se hace cuando el animal es agresivo, está enfermo o fue atropellado y no se tiene otro camino.

Los que son llevados al Centro de Zoonosis, pero no cumplen con las condiciones nombradas anteriormente, se dejan dentro de jaulas esperando por unos días a que los adopten y si no llega a ser así, son ejecutados.

“Los perros que son abandonados, que son sanos, no tienen rabia y los han dejado allá, nosotros los mostramos para que sean dados en adopción. Como voluntarios, damos un trato distinto a los animales a diferencia del que tienen los funcionarios del Centro de Zoonosis porque ellos están ahí únicamente para sacrificarlos. A ellos no les importa su cuidado”. Asegura Andrea Barragán, voluntaria del grupo “salva a un amigo” dentro del Centro de Zoonosis.

A diferencia de estos perros que viven en la calle, en la ciudad existen otros que nacen para ser un poco más privilegiados. Cuentan con alguien que los consiente e invierte en su felicidad.

Un ejemplo de los lujosos cuidados que dan muchos dueños a sus mascotas, está ubicado en el Municipio de Chía, donde existe un Spa para perros llamado “Los perros de Edgar”.

Este lugar tiene un área de 4100 metros e incluye: Piscina, jacuzzi, escuela de adiestramiento, recreación, peluquería y guardería. En conclusión, cumple con todo lo que una persona desea para su mascota.

“llevamos 16 años trabajando para aquellas personas que no están todo el tiempo en sus casas y tienen la posibilidad de mandarnos a su mascota para que no se sienta solo y estresado. Aquí viene especialmente a divertirse y a aprender”, asegura Georgina Garzón, Directora del Spa.

Otro ejemplo de un cuidado, no tan lujoso como el anterior, pero sí de mucho amor y preocupación por los animales, es la historia de Luis Ángel Escalante, un peruano que vive en Bogotá desde hace dos años, quien recogió a su perra Rita de la calle y que días después fue capaz de defenderla a capa y espada de los carros de la perrera que se disponían a llevársela.

“Rita no tenía un collar puesto porque cuando la recogí tenía una herida en el cuello y si se lo colocaba sangraba. Al ver que estos señores, además, de tirarle una red a mi perra, le ponían una especie de gancho que la agarraba fuertemente del cuello, haciéndola llorar, no aguanté más y empujé al señor para que la soltara”. Cuenta Escalante.

Estas tres historias tienen algo en común y es el hecho de que muchas personas no caen en cuenta que el problema radica en ellas mismas. Aquellos que compran un perro y después de un tiempo se aburren y lo botan a la calle, o cuando el perro se enferma y también buscan la manera de deshacerse de él. Personas que ponen a sus perras a tener crías constantemente con el ánimo de enriquecerse y sin importarles lo que pueda pasar con los cachorros vendiéndoselos al mejor postor. Hay que tomar conciencia de que el control animal en Bogotá nos debe importar a todos y no sólo a unos cuantos.

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